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FUNDACIÓN STEFANO TOMA UN NUEVO RUMBO ANTE LA LLEGADA DE MARÍA


Fundación Stéfano dejó de ser la extensión de Stéfano Steenbakkers para convertirse en una de su madre, Zorimar Betancourt. Aplastada emocionalmente por las imágenes que vio de los resultados del huracán Irma, Zorimar se armó de crayones y papel y se fue al aeropuerto en busca de familias que llegaban de las islas vecinas. Allí se dedicó a brindarle arte terapia a los niños. Cuando los mudaron al Centro de Convenciones, llevó un equipo de voluntarios que, durante siete días, ayudó a las familias jugando voleibol, bailando y haciendo pulseras con los niños.


Zorimar Betancourt, Fundación Stefano.

Entonces, llegó María. “Vaciaron el Centro de Convenciones de los pacientes que habían allí. Los que no eran pacientes, les pagamos (Fundación Stéfano), los pasajes a Nueva York, North Carolina, Tampa… hasta que conseguimos una conexión con Southwest Airlines que luego envió cuatro aviones humanitarios de 150 pasajeros, sin cobrarlo,” así explica Zorimar, cómo recibió el nuevo huracán.

Actualmente, tiene 70 personas en lista de espera. Durante nuestra conversación, recibió llamada de otra persona pidiéndole ayuda… el teléfono no paraba. La Fundación necesita más recursos, “El que tenga la facilidad de aviones privados o el dinero y que nos quiera ayudar para poder alquilar un jet (150 pasajeros) para poder sacar a estas personas que tanto necesitan de sus diálisis, quimioterapia y operaciones que les han cancelado en Puerto Rico. Tengo más de 35 encamados en la lista de espera. Estos pacientes no pueden estar sentados 2 horas y media en un avión. Para eso quisiera tener gente como Royal Caribbean y poder sacar personas encamadas en crucero hasta la Florida”.

Se les dio la situación de un paciente encamado que fue en avión y le estaban espe-rando con un “mattress” en una minivan. El paciente llegó inconsciente. “Hubo un vuelo que se suponía que llegara a Jacksonville, pero llegó a Texas. Querían dejar a los diez pacientes una semana allí y enviarlos luego en una guagua hasta la Florida. Eso no era aceptable. Pagamos el pasaje de todos a Jacksonville,” explica. Los fondos salen de los donativos que recibe la Fundación. El trabajo de todos es pro bono.

“Tengo una muchacha de 20 años en un monte. Perdió el techo y está durmiendo en una cama mojada. Le diagnosticaron cáncer de seno y tiene un bebé de un año. Todos sus documentos los perdió en la inundación de su casa, por lo que no puede salir de Puerto Rico.” Así hay muchos casos. Zorimar ha recibido otras ayudas para los vuelos de parte de la organización evangélica, Samaritan’s Purse y la célebre chef colombiana Ingrid Hoffman. Igualmente los pacientes que se llevó Laura Posada, esposa del que fue pelotero de los Yankees, Jorge Posada, eran de la lista de espera de Fundación Stéfano.

Otro caso, el de un joven que tuvo que renunciar a su trabajo en Estados Unidos para venir por su abuela enferma y su abuelo de más de 90 años. Consiguió un camión y dos “drones” de agua y con los filtros que había traído, comenzó a filtrar agua para la gente en los montes. Eventualmente, logró sacar a su abuela. “Son héroes, personas comunes y corrientes que sintieron la urgencia en su corazón”, cuenta Zorimar.


A veces, la logística falla. Pagaron $550 para la ambulancia de una niña de Bayamón al aeropuerto de Ponce. El avión no salió porque el equipo médico de la niña comenzó a sonar. La bajaron del avión. El tener q conseguir otra ambulancia hasta un hospital en Ponce, en donde la estabilizaron y luego se consiguió otro vuelo, pero desde San Juan fue otra odisea. En fin, otra ambulancia que accedió a pagar el hospital. Finalmente salió en un vuelo privado por medio de Fundación Paciv.

Zorimar no se queda quieta. A pesar de haberse fracturado un dedo de la mano dere-cha, mientras se encontraba subiendo suministros a un avión, colabora con Plato Caliente y, en muchas ocasiones, pernocta en diferentes lugares para cocinar desde temprano para los barrios a cuya gente llama desde la calle por megáfono, en munici-pios tales como Lares, Maricao, Arecibo y Utuado.

“Yo digo que somos una fundación sin muchos chavos, pero con muchos corazones. No tengo el dinero para llevarme un avión entero lleno de pacientes. Estamos hablan-do de salvar vidas,” concluye Zorimar, que quisiera árboles de navidad hechos con los bambúes caídos, como preludio a un nuevo “normal”.

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