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JOHNNY DEPP AGARRA EL PODER DEL CINE PARA CREAR CONCIENCIA
Por Fabián W. Waintal.
“Lo que pasó en Minamata, y el hecho de que todavía suceda, es impresionante”.
Acostumbrado a ser blanco de los fotógrafos, Johnny Depp cruzó del otro lado de los flashes para encarnar, en el filme Minamata, al fotógrafo W. Eugene Smith, quien documentó, en la ciudad japonesa del mismo nombre, un desastre por contaminación con mercurio a mediados de los años cincuenta.
Luego del estreno mundial del filme en el Festival Internacional de Cine de Berlín, Berlinale, Depp habló acerca de la mejor forma de aprovechar la fama: desviar los flashes hacia las buenas causas.
¿Qué tan buen fotógrafo te consideras?
La fotografía siempre me ha fascinado... En mi relación con la fotografía, supongo que las mejores fotos que he tomado han sido las capturadas por pura suerte en algún momento determinado. Esas son las que me cautivan mucho más: las que consigo por accidente.
¿No habías pasado ya al otro lado de una cámara para dirigir el largometraje The Brave?
The Brave fue un amor total, por la experiencia y por el honor de hacer semejante rol. También sentía, todos los días, que mi cabeza iba a explotar, porque tenía que dividirme como actor y director. En ese sentido, aprendí mi lección.
¿Qué tipo de lección aprendiste?
Me encantaría volver a dirigir, si no tuviera que actuar. Yo no me elegiría como actor para una película, eso es seguro… Odiaría tener que verme en la pantalla.
Una vida de película
La dirección que ha tomado su vida es de película. Depp nació en el estado de Kentucky, el 9 de junio de 1963, y abandonó los estudios a los 15 años, estando en la escuela superior, imaginando que podría ganarse la vida como una estrella de rock.
En esa época formó parte de una banda llamada The Kids, pero hoy sigue desarrollando la pasión que siempre ha sentido por la música en su propio grupo, que lleva por nombre, simplemente, “P”. Con sus compañeros de P grabó el tema Sands, que es parte de la banda sonora de la película Once Upon a Time in Mexico.
Su primera esposa, Lori Anne Allison, tuvo mucho que ver con el que comenzara una carrera como actor, ya que fue ella quien le presentó a Nicolas Cage, el gran responsable de cambiar su destino, durante un viaje a Los Ángeles.
“En los tiempos en que estaba desesperado por conseguir trabajo, cuando tenía 20 años, Nic Cage fue la persona que me propuso que viera a su representante para probar con la actuación. En aquel entonces, estaba tan ansioso por un trabajo, que pude haber elegido cualquier oficio”, dijo el histrión.
Su debut en el cine llegó en el año 1984 con A Nightmare on Elm Street, pero tampoco tardó en llamar la atención cuando reemplazó a Jeff Yagher en la serie de televisión 21 Jump Street.
No es el típico actor de Hollywood y siempre ha conservado un estilo bastante particular. Suele elegir la calidad del cine por encima de la remuneración económica, como cuando interpretó las historias de Edward Scissorhands (1990), Ed Wood(1994) y Donnie Brasco (1997), y las del “Capitán Jack Sparrow”, en Pirates of the Caribbean (2003), y Sir James Matthew Barrie, en Finding Neverland(2004).
Por estas últimas dos películas fue nominado al Oscar como Mejor Actor durante dos años consecutivos. La tercera nominación en esta categoría le llegó gracias al filme Sweeney Todd.
Nunca hemos visto a Depp con un Oscar en sus manos, pero, de haberlo ganado, seguramente hubiese utilizado el podio de la misma manera en que este año lo hizo Joaquín Phoenix.
¿Hasta qué punto sientes la responsabilidad de utilizar la fama para bien, como es el caso de Joaquín y su pasión por el veganismo, o de la historia que hoy cuentas acerca de la contaminación ambiental?
Creo que, como seres humanos, nos enfrentamos a veces a problemas demasiado grandes, ya sean incendios monumentales, que el mundo esté colapsando o lo que sea que esté pasando. Me parece hermoso el poder de lo pequeño y, cuando los oponentes a los que te enfrentas son enormes, solamente gritar no ayuda, como tampoco lo hace tratar de tumbar solo un edificio. La idea del poder de lo pequeño es empezar con uno mismo, aportando un granito de arena. Y, poco a poco, el problema puede llegar a ser cubierto. Todos deberíamos involucrarnos. Somos partículas de polvo, algo pequeño que puede convertirse en algo grande. Y, si hay algún tema que hay que tratar, deberíamos dar el primer paso para que la gente nos siga después.
¿Cómo elegiste contar la historia de la contaminación que todavía vive la pequeña ciudad japonesa Minamata?
Lo que pasó en Minamata, y el hecho de que todavía suceda, es impresionante. Como lector, me pareció una historia que valía la pena contar, en especial porque siento que tenemos que aprovechar el poder de los medios y el cine para abrir los ojos de la gente. Utilizar al cine para entregar un mensaje es un sueño personal que me encanta cumplir.
¿Cómo lograste incorporar en tu actuación el alma del fotógrafo W. Eugene Smith, que estaba decidido hasta a morir cuando decidió documentar la contaminación con mercurio en Minamata?
Siempre tuve una extraña fascinación con Eugene Smith, con sus primeras fotografías… y, cuando leí sobre su vida y lo que había pasado, sus experiencias y sacrificios para capturar aquellos momentos con una foto, quedé totalmente asombrado… El trabajo que hizo con su esposa, Eileen, en Minamata es monumental. Fue una aventura muy peligrosa, totalmente dedicada, y nunca abandonaron la nave.
