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  • inpuertoricomagazine

SOMOS IGUALES

En el planeta, en lo que va de año, más de dos millones de personas han muerto de cáncer, 269 mil se han suicidado, a 246 mil los ha consumido la malaria y 122 mil han fallecido por la gripe estacional, mientras que 8,500 niños mueren cada día por desnutrición. Pero no fue hasta que la población mundial se vio obligada a usar una mascarilla para protegerse del Covid-19, que sentimos, por primera vez en la historia, que todos somos iguales.


Nunca habíamos vivido en estado de cuarentena global, nunca pensamos que sería tan veloz la instalación de un estado de excepción transitorio y nunca antes la sociedad se había aterrado tanto a causa de un monstruo sanitario.

Las enfermedades y las crisis no hacen diferencia entre personas. Los seres humanos tratan de marcar separaciones económicas, sociales y culturales, pero la pandemia nos recuerda que todos podemos enfermarnos, que todos estamos interconectados y solamente se puede detener la propagación del virus con la colaboración colectiva.


No importa en qué país vivamos, qué edad tengamos o a qué nos dediquemos, como ha señalado el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, solo quienes creen saberlo todo no aprenderán absolutamente nada de esta traumática experiencia.

Resulta difícil pensar que, antes de la gran pandemia, el mundo fuera uno sólido, en términos de los sistemas económico y social. El coronavirus nos arroja al gran ruedo en el cual importan, sobre todo, los grandes debates sociales.

Esta pandemia me hace reflexionar sobre la hipocresía de nuestro comportamiento como sociedad.

Nos hemos acostumbrado a las continuas noticias de feminicidios, criminalidad, misoginia, homofobia, carjackings, deserción escolar… Ya nos parecen normales el truco político y la malversación de fondos, entre muchas otras cosas, pero, sobre todo, nos hemos hecho de la vista larga, con nuestras acciones y arrogancia, ante la destrucción del Planeta. En fin, la situación actual nos lleva a reflexionar acerca de un futuro al borde del colapso sistémico.

Ojalá redescubramos los inmensos beneficios de la solidaridad a partir de esta crisis, que el presidente francés, Emmanuel Macron, ha comparado con una contienda bélica y que, en palabras de la canciller alemana, Angela Merkel, es “el mayor desafío desde la Segunda Guerra Mundial”.

No cabe obviar nuestra interdependencia en el seno de la globalización. Otra lección que debería quedar muy clara.


Deberíamos aprovechar el confinamiento para ver cómo se podría estructurar un futuro común presidido por valores más atentos al ciudadano.

Es muy posible que casi nada sea como antes. Sin duda, nos encontramos ante un punto de inflexión desde una perspectiva social, ante uno de esos grandes hitos que sublevan la historia.

Es necesario abandonar el discurso bélico y asumir las causas ambientales de la pandemia, junto con las sanitarias, y colocarlas también en la agenda política. Esto nos ayudaría a prepararnos positivamente para responder al gran desafío de la humanidad, la crisis climática, y a pensar en un gran pacto ecosocial y económico.

Paradójico que grandes naciones tengan sus almacenes llenos de balas y artefactos para terminar vidas humanas, y vacíos los de medicamentos y artefactos para dar vida.

No estamos encerrados; estamos protegidos. No es el fin del mundo; es un mundo nuevo. Este confinamiento nos da la oportunidad de pensar y el tiempo para reflexionar con serenidad.

Ahora mismo somos iguales, pero ¿seremos los mismos cuando nos quitemos las mascarillas y nos reintegremos a nuestras rutinas diarias? ¿O quizá olvidaremos que, incluso sin coronavirus, la gente a nuestro alrededor sigue muriendo y la curva de esa estadística es peor que la pandemia que nos arropa?




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